Ubicación:
Ciudad de México, México.
Leonardo Da Vinci fue un multiapasionado talentoso, un polímata, a quien la mayoría de nosotros recordamos por sus pinturas renacentistas. En especial una que se volvió meme (tanto en el sentido etimológico como en la virtualidad del tren del mame): La Mona Lisa.
Me encanta cómo la cultura popular se ha apropiado de esta obra para modificarla y actualizarla a su antojo; sin embargo, existen creaciones suyas que me parecen aún más alucinantes: sus manuscritos de botánica, anatomía y, por supuesto, aquellos referentes al vuelo.
En su Códice Sobre el Vuelo de las Aves, encontramos el posible testimonio de que Leonardo tenía una fascinación por la suspensión de los cuerpos en el aire; pero no sólo por el hecho mismo, sino por su potencial para llevar a la humanidad hacia nuevas alturas.
Esto puede observarse al final de sus anotaciones, donde se lee:
La gran ave tomará su primer vuelo sobre el lomo del monte Cecero, llenando de asombro el universo, llenando con su fama todos los escritos y dando gloria eterna al nido en que nació.
En varias páginas plasmó sus observaciones sobre el concepto de gravedad, la estructura de las alas de aves y los detalles de sus plumas. Así, a más de 500 años de distancia, podemos adentrarnos en sus pensamientos a través de su particular escritura espejo y precisos garabatos.
Puede que él no haya presenciado la materialización de sus ideas. De hecho, ahora sabemos que contemplaba premisas erróneas que habrían sido un obstáculo para despegarse del suelo. Sin embargo, tuvo la curiosidad para observar, el rigor para cuestionar y la imaginación para crear, más allá de lo que se encontraba frente a él.
Cualidades valiosas para la vida. Difíciles de cultivar en el mundo moderno:
Y, ante tantos inconvenientes, ¿por qué tú y yo siquiera pensaríamos en todo esto como algo deseable?
Quizá porque, como Leonardo Da Vinci, seguimos soñando con emprender el vuelo. Y, aunque como le pasó a él, no siempre veamos los frutos de nuestro esfuerzo u obtengamos reconocimiento por ello; mientras tengamos algún objetivo en mente, podemos avanzar hacia él y maravillarnos en el camino.
El primer vuelo
“La neta yo ya no me acuerdo de la última vez que hice algo por primera vez”, me dijo una compañera del trabajo cuando le conté que haría mi primer viaje en avión. Yo había estado tan ocupada pensando en mis pendientes del trabajo que, hasta ese momento, no me había percatado de la importancia de tal evento.
Cuando llegué al aeropuerto, me acordé de sus palabras y se me aceleró el corazón. Absolutamente todo era nuevo para mí. Al caminar sobre la pista de abordaje comencé a sudar frío, parte de mí se estaba arrepintiendo y quería salir corriendo, pero mi emoción y curiosidad eran tan grandes que entré en el avión.
Localicé mi lugar, me puse el cinturón y se encendieron los motores. Entramos a la pista de despegue y estaba tan nerviosa que comencé a temblar en mi asiento. Cerré los ojos un instante y cuando los abrí de nuevo pude ver por la ventana una de las gigantes alas metálicas pandearse como si fuera de papel.
Luego, conforme ganábamos altura, con cada metro, la vida se sintió más frágil, menos trascendente, pero más maravillosa. Casi irreal. Sentí que podía tocar las nubes, pasamos entre algunas y su blancura nos envolvió por unos segundos que parecieron un sueño. Lloré un poco y creo que a partir de ese día no volví a ser la misma.
Gracias al comentario de aquella compañera tuve una de las experiencias más fascinantes de mi vida, pero no sólo eso. A partir de ese momento comprendí que podía ver las cosas con una frescura renovada y que todavía quedaban muchísimas cosas esperando ser experimentadas. Sólo tenía que prestarles atención.
Por supuesto, el genio de Leonardo era excepcional y muchos de nosotros no somos ni pretendemos ser como él; pero definitivamente podemos aprenderle mucho. Soy de la idea de que esas cualidades, de las cuales platicábamos anteriormente, tienen mucho por ofrecernos como seres humanos, independientemente de la época que nos ha tocado.
Creo que no es necesario convertirnos en ermitaños o artistas incomprendidos (aunque podamos hacerlo) para recolectar los frutos de un camino cultivado con nuestras ideas, preguntas y pequeños descubrimientos. Siempre podemos trasladarlos a las áreas que conforman nuestra cotidianeidad y nuestros planes.
Esta es una de las ideas que me ha maravillado recientemente:
La humanidad soñaba conquistar los cielos. Cuando comenzó a planear, no sólo se elevó hacia ellos. Con sus alas artificiales se dirigió a su destino y, en pleno vuelo, descubrió la belleza del viento.
Para llevar
Aunque muchos de nosotros encontremos seductora la idea de existir con total libertad. No podemos simplemente abstraernos de nuestra realidad inmediata para vivir el sueño. Tenemos necesidades materiales y nos encontramos sujetos a un juego de azar.
Conforme crecemos, adquirimos responsabilidades y enfrentamos situaciones que involucran tiempo y energía de nuestra parte; mismas que, dependiendo de nuestros recursos disponibles, pueden acabar por consumirnos mayormente.
A pesar de ello, creo que nuestra mejor opción sigue siendo enfocarnos en lo que sí podemos hacer y encontrar pequeños rastros de inspiración por donde caminamos.
Procuro pensar en mis creaciones como ideas en desarrollo y esta no es diferente. Si sientes que he pasado algo sustancial por alto o tienes algún dato interesante por compartir, déjame saber. Agradeceré la oportunidad de aprender algo nuevo. ❀