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Ciudad de México, México.

Los 3 elementos de una mejor planeación

Gran parte de mi adolescencia y adultez temprana las pasé tomando decisiones basadas en el miedo. Como Alicia en el país de las Maravillas, buscaba un camino que me sacara de donde me encontraba. No me importaba hacia qué sitio me dirigiera, sólo quería salir de allí. Pronto.

—Minino de Cheshire, podrías decirme, por favor, ¿qué camino debo seguir para salir de aquí?

—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.

—No me importa mucho el sitio… —dijo Alicia.

—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.

—… siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.

—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato —, si caminas lo suficiente!

Así, caminé sin voltear e hice todo lo que supuestamente debía hacer: fui la alumna “matadita” de la clase, cursé la universidad y me gradué, conseguí un empleo, ascendí de puesto y me independicé. Luego me percaté de que no me gustaba ese lugar al que había llegado con tanto esmero.

¿Qué hice mal? —me pregunté (y quizá en algún momento te lo hayas preguntado tú también).

Había permitido que ese miedo, del que te hablaba anteriormente, se convirtiera en el piloto; cuando siempre debió permanecer como pasajero.

No podía culpar por completo a los factores externos, ni tenía caso enfocarme en ellos para imaginarme mi vida “si mis condiciones hubieran sido distintas”, simplemente porque no lo fueron. A final de cuentas, yo seguía teniendo responsabilidad sobre mis situación actual porque a lo largo del trayecto tomé decisiones y, muy a pesar de las razones y emociones que me llevaron a ellas, estas eran mías y de nadie más.

Ya sea en mayor o en menor medida, considero que es importante reconocer ese porcentaje que sí depende de nosotros: el proceso. No podemos tener certeza ni garantía sobre el resultado de nuestras acciones, pero sí podemos trabajar, modificar y mejorar nuestra manera de hacer las cosas.

Luego de comprender qué salió mal, la pregunta siguiente debería ser: ¿cómo puedo hacerlo mejor? Aunque sea un poquito.

Para mí, eso significa integrar tres elementos en mi viaje: pensamiento, propósito y práctica, mismos que (con fines de aprendizaje) he decidido nombrar “Las 3 P’s de la planeación. De las cuales, hoy en día, sigo aprendiendo.


Pensamiento

Mirar el mundo con curiosidad me parece tanto emocionante como valioso. Cuando nos cuestionamos acerca de nosotros mismos y nuestro entorno, podemos entender mejor las relaciones existentes y descubrir herramientas valiosas para desarrollarnos.

Ejercitar nuestra capacidad de análisis nos ayuda a detectar oportunidades, aprovechar lo que este mundo nos ofrece y, con algo de suerte, nos guía para ser mejores personas; sin embargo, también puede sumergirnos en la parálisis por análisis cuando no sabemos qué hacer con la información y las ideas que nos surgen.

Propósito

Hace un tiempo tenía un debate con una amiga acerca del propósito. Ella mencionaba que no era necesario tener uno porque darle sentido a la vida y someternos a las expectativas era una carga sobre nuestros hombros. Una que algunos preferíamos por sobre nuestra libertad.

Yo considero que el propósito puede ser un ligero acompañante, e incluso un buen guía, cuando viene de la intención presente de nuestra existencia. Tener motivos para actuar es lo que nos permite seguir adelante y enfrentar las situaciones difíciles cuando lleguen (¡y vaya que lo harán!).

Práctica

Todo lo anterior carece de utilidad si postergamos la vida (como diría Séneca). Los planes, por más flexibles que sean, están allí para llevarse a cabo. Puede que al comienzo se trate de intentos torpes, poco estratégicos y aleatorios; pero mejorarán conforme los llevemos a cabo.

Ese hacer las cosas un poquito mejor no es posible si primero no las hacemos. Las mejoras son modificaciones puntuales en el proceso y se realizan cuando las fallas son detectadas, no antes. Lo que no existe, no se puede mejorar.

Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. – Lord Kevlin


Para llevar:

Mentiría si dijera que lo tengo dominado o que las fases propuestas han resuelto por completo mi indecisión ante las encrucijadas de la vida. Decir (o en este caso, escribir) recomendaciones es mucho más sencillo que aplicarlas.

Sin embargo, a pesar de todo el drama profesional que me ha acompañado recientemente, me he sentido menos atormentada por las consecuencias de mis acciones. Me hago cargo de ellas; pero no me quitan el sueño con tanta frecuencia porque sé que lo estoy intentando y, en este mundo, eso es digno de ser considerado una hazaña.


Procuro pensar en mis creaciones como ideas en desarrollo y esta no es diferente. Si sientes que he pasado algo sustancial por alto o tienes algún dato interesante por compartir, déjame saber. Agradeceré la oportunidad de aprender algo nuevo. ❀

Gabo Campos
Gabo Campos

Creo en la curiosidad como un estilo de vida. Me considero una persona creativa y multiapasionada que gusta de aprender de todo un poco; aunque tengo una fijación especial por las flores, el viento y el petricor.

Estudié Comunicación y alguna vez escribí para El Universal y El Contribuyente (aquellos artículos me parecen cada vez más ajenos y sigo en busca de mi propia voz).

Me preparo para estudiar la carrera de Biología; mientras tano me desempeño como asistente virtual freelance en gestión de proyectos.

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